Nadie supo
jamás por qué ocurrió, y pocos tuvieron el tiempo de plantearse si realmente
estaba ocurriendo. Quizás, si existe algo después de la muerte, pudieron allí reflexionar
al respecto.
Transcurría un
día común y corriente para cada cultura del planeta y ningún evento más allá de
lo conocido como globalmente cotidiano estaba tomando lugar, cuando por las
redes sociales y los medios privados comenzó a circular la imagen de lo que
parecía una gigantesca espalda humana emergiendo desde las profundidades del océano
pacífico.
Venía
acompañada con mensajes conspiracionistas y confirmaciones poco creíbles de que
la NASA la había tomado y que no tenían idea de qué se trataba.
A pocos le
importó hasta que todos los programas, tanto de televisión como de radio fueron
interrumpidos por un mensaje desesperado, a los gritos. Algunos servidores de
red no funcionaban de tan saturados que se encontraban por personas buscando
explicaciones.
Se hablaba
de terremotos, tsunamis, cambios en las corrientes de viento y desplazamiento
drástico de nubes y tormentas.
“Vayan a
espacios abiertos, aléjense de las construcciónes” era el mensaje más repetido.
El primer
temblor azotó a distintas partes del planeta de forma simultánea, las aguas
acabaron con gran parte de la vida que habitaba las costas de los continentes.
¿Qué estaba
pasando? ¿por qué?
Nadie lo
sabía, pero algunas líneas aun funcionaban. Circularon por los celulares fotos
de lo que, entre nieblas y humo parecía un torso humano, visto a una distancia
de miles de kilómetros. Un temblor nuevo aparecía cada 30 minutos. Sin pausa, y
una potente ola venía luego de éste y seguía ahogando a las victimas costeras.
Las ciudades
perdieron su estructura al cabo de tan solo unas dos horas. Las imágenes cambiaron
también, ahora parecían haber sido tomadas desde aviones de batalla, enseñaban
un hombro y la silueta de una cabeza vista a través de las más altas nubes.
El sonido de
explosiones comenzó a invadir la flora y fauna de sonidos. Pero ya no eran las
petroleras, eran explosiones nucleares. Quienes lograron visualizar los hongos
de humo a su imponente altura no vivieron para contarlo.
El cielo se
oscureció con el correr de minutos y los satélites pudieron por fin apreciar de
qué se trataba, cuando la luz del sol dibujó la sombra de aquello que estaba
taladrando la tierra.
Era un gigante,
del tamaño de un país. Era como un humano, bien proporcionado, cuya estatura
era comparable al largo de chile. Se movía lentamente, sus piernas aún se encontraban
bajo agua. ¿Qué hacía allí? ¿hacía cuánto que se encontraba dormido? ¿qué lo
despertó?
La humanidad
no tuvo la oportunidad de preguntárselo, pues ésta ya se encontraba extinta
para cuando éste logró pisar tierra.
Se agachó y
de un solo impulso con sus piernas se despegó de la esfera verde y azul y ésta se
desmoronó y dispersó algunas de sus partes hacia otras órbitas.
El gigante
viajó, quien sabe a dónde, quizás, un lugar donde pueda dormir más tranquilo, y
sin molestias.
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