Para iniciar esta historia, quiero que usted, lector, este bien
ambientado, así que le ofrezco ponga una canción lenta de piano, de su
preferencia…
Y también tendrá que abrir el siguiente link: sonido de lluvia
No es con fines lucrativos, sino para ayudarlo a sacar provecho de
esta corta pero empeñada historia, que ocurrió hace no mucho a una conocida mía
en la ciudad de buenos aires.
Era de noche, llovía muy fuerte, ella, una chica de cabello oscuro,
que llega hasta la mitad de la espalda, pero siempre lo lleva atado, es muy
delgada, sus ojos son marrones y siempre viste muy casual. Estaba volviendo a
casa después de un largo día.
Vive en un piso muy elevado de un edificio viejo, la mayoría de sus vecinos
son estudiantes, mientras que los demás son matrimonios que no fueron muy
afortunados, y tuvieron que conformarse con un pequeño departamento en una de las zonas más sucias de la ciudad.
Llegó empapada por no haber llevado un paraguas, es más, iba
corriendo bajo la tormenta, por lo que estaba exhausta.
Ni bien entró, notó que en la recepción no había nadie, el portero
no estaba, y el teléfono, con el cual uno se comunica con los residentes del
edificio estaba descolgado.
Pero con ese agotamiento, no le importaba, solo pensó en meterse en
ese lentísimo ascensor e ir hasta su amado departamento, en el piso 19.
Al entrar, presionó el botón, y estando rodeada por tres espejos y
la entrada, apoyó su cabeza en una de las esquinas del elevador (más específicamente
la de la izquierda, mirándolo desde afuera) dándole la espalda a la entrada y
sacó el teléfono de su bolsillo, para llamar a su novio. Marcó el número e
intentó realizar la llamada, ya con los ojos cerrados.
El ascensor pasó de largo el primer piso y se detuvo en el segundo. Ella
no quería saber nada con hablarle de cara a alguien después de ese largo y desastroso
día, por lo tanto, ni se volteó a ver quién era.
Pero quien entró, tenía los pies descalzos, ella lo notó por el
peculiar sonido de los talones. Cuando empezaron a ascender de nuevo, el
revolvimiento en el estomago que a uno le agarra la hizo abrir los ojos y miró
por el reflejo del espejo contra el que tenia apoyada su cabeza. Era un hombre
de edad mayor, estaba de espaldas a ella, mirando hacia la puerta corrediza.
Casi calvo ya, los pocos cabellos que tenía eran canas, muy cortas.
Ella lo reconoció, Simón
Ramirez, era un hombre muy conocido en el edificio, conocido por su matrimonio
con una mujer insoportable.
Entonces le dijo-Don Ramirez?- y este hombre no contestó, ni movió
un músculo, como si no la hubiese escuchado.
Volvió a preguntar- Don Ramirez, es usted?- y no le contestó, pero,
ella estaba segura de que era él.
Aun con la cabeza contra el cristal, intento mirar por el reflejo del
espejo lateral, a ver si podía verle el rostro. Pero era imposible en esa
posición. Y para qué molestar al pobre hombre? De seguro estaba enojado por una
boludes de su mujer. Y volvió a cerrar los ojos.
Mientras el elevador iba a mitad de camino más o menos, un sonido
muy peculiar le llamo la atención. Un sonido que le hizo ver por el reflejo,
hacia el suelo del elevador.
Veía los pies descalzos del hombre, y a la derecha de éste, un
sonoro goteo rojo, que venia desde su mano… lo primero que pensó fue que había
matado a su esposa, y esto la hizo sentirse totalmente en peligro.
Nuevamente por el reflejo miró hacia arriba, y faltaban solo tres
pisos para llegar al suyo, y pasaban lentamente. Como una tortura psicológica,
como si fuese a propósito, para hacerla sufrir.
Y así, para cuando faltaba uno nada mas, se dio vuelta, para salir. y se llevó la mas horrorosa sorpresa de su
vida.
Allí no había nadie. No había nadie más que ella dentro del
ascensor. Y se quedó, mirando directamente hacia el suelo, mientras estaba
parada en ese rincón…
Se abrieron las puertas, e instantáneamente subió la mirada hacia el
espejo opuesto a donde se encontraba ella, donde seguía la imagen del hombre,
lo veía desde perfil.
VOLTEÓ HACIA ELLA
Así como la imagen de los otros dos espejos. Sus piernas la
obligaron a salir corriendo destartaladamente de ese claustrofóbico transporte,
y mientras abría su departamento, a solo unos metros, lloraba,
desesperadamente, sin consuelo, y erraba al insertar la llave.
Cuando por fin acertó, mientras entraba, pudo ver, como las puertas
del elevador se cerraban, y dos de los reflejos, que alcanzaba a ver, la
miraban fijamente, con los ojos y la mirada muerta, y el rostro arrugado de
este anciano hombre.
Entró y pasó la noche más
paranoica de su vida, sin poder mirar fijamente un cristal.
Obviamente no durmió, hizo falta que su novio fuera hasta donde ella
vivía para lograr que se calme un poco.
Al día siguiente, mientras salía, el portero la detuvo. Le pregunto
si supo lo que había pasado aquella noche. Ella sorprendida y a la vez, muy
curiosa le pidió que le contase.
El señor Ramirez, Simon Ramirez, salía de bañarse, y luego de
afeitar su mentón… se había cortado las venas en su baño, en aquella noche
lluviosa.