9/5/14

Narrativa Implacable #7: Salí con una pelotuda.


Algunos, por no ser muy inspiradores o por no contar con la suficiente motivación, apuntan a lo pavo “Te invito a tomar algo”

Otros, por no querer dar una falsa idea de seriedad apuntan a lo directo “Te invito al cine” evitando completar la frase “a comernos y tocarnos en la oscuridad…. Solo que te tengo que pagar  la entrada primero. Es como prostitución pero…..”

Pero si uno tiene las bolas grandes y pesadas como dos pufs, de tal forma que caminar sin ropa interior puesta es como jugar al tiki-taca entre wrecking balls, y si la mujer como objetivo realmente lo vale,  la vas a terminar invitando a cenar.

Si la invitas a tu casa, lamentablemente resulta obsceno(onda”amoacojé”), e insistir en ir a la suya, probablemente el triple de obsceno(“amoacojéntudepto”), por lo que tendrás que jugarte con una comida al aire libre… o en un bar o restaurant. Lo que venga, mientras no sea un carrito de panchos en una plaza, no seas ciruja.

Y cuenta la leyenda… que lo que te estoy por contar no pasó una, no pasó dos, sino aproximadamente… bueno, no tengo ni puta idea de cuantas veces pasó. Pero el plan era intentar meter los hechos más frecuentes en la misma caja, para mi suerte, salí con una mina que se mandó todas, todas y cada una de las cagadas que hacen de una primera cita una enorme mierda, marrón, ni solida ni muy espesa, con algunos granitos de choclo alrededor.

Era una tarde bella, como pocas hay, se daba la oportunidad. Ella cruzaba miradas conmigo bastante seguido y sonreía de tal forma y con tal frecuencia, que me hacía dudar de su sobriedad o quizás fumaba mariguana de la buena.

Llegado un punto, me di cuenta de que el pelo en el pecho no es un adorno… sino un símbolo y una marca que debo ganarme a parte de sus orígenes genéticos y evolutivos, claro. La invité a cenar de la forma más directa, menos obscena, y en lo posible más carente de tartamudeo. Básicamente fue un “¿Que responderías si te invito a cenar?”

La bella dama accedió y tuve que guardarme las ganas de sonrojarme y saltar en una pata cual bailarina diciendo “siiii, siiii”. Almenos tuve que guardármelas hasta que entré al baño más cercano y noté que estaba vacío.

Esa noche, obviamente, tenía todo listo. En mi cabeza, una lista de temas de conversación con los cuales podría averiguar si compartíamos intereses. Otra lista, pero de preguntas, que me llevarían a entender si era una chica decente, digna y elegante o una pelotuda arrastrada con un resorte entre las rodillas. Y claro en los bolsillos el dinero, celular, chicles, llave de casa y un par de preservativos (uno común, y en caso de que el primero se rompa, el segundo ya lubricado) pero claro éstos serían útiles solo en el caso de que la chica fuese… “apurada”. Lo cual indicaría que verla de nuevo sería una mala idea. Si una mina coge con vos a la primera oportunidad, es una mina que sabe lo que quiere. Y si sabe lo que quiere con vos, probablemente sabe lo que quiere con cualquier otro pibe con el que haya salido.

Llegando al restaurant, la muy hija de… digo, la dama, llegaba tarde, por lo cual tuve que dedicarme a responder sus sms preguntándome si había mucha gente, cómo tenía que ir vestida, si me gustaban las trenzas, si alguna vez pensé que terminaríamos saliendo, que qué íbamos a comer, que qué íbamos a tomar, que qué no íbamos a comer o qué no íbamos a tomar, que qué íbamos a hacer después (lo cual me hizo acariciar mis “acondonados” bolsillos).

Poniéndome a inspeccionar cuánto dinero tenía en la billetera, noté que dentro de ésta había un pequeño sobre de lubricante, trayéndome recuerdos sobre la persona que me lo dio y por qué me lo dio.

Había conocido a una persona que lo necesitó en una situación de vida o muerte… y terminó usando un jabón para que su pene resbalase por el tracto anal de su pareja de turno. El muchacho había descrito la sensación como “quemante” incluso bajo los efectos de estupefacientes. Había tenido problemas para orinar y, según él, se le había metido jabón en la uretra y la chica decía que le ardía y/o picaba el culo por dentro.

Lamentablemente desconocemos la identidad de la chica, pero siempre recordaremos la sufrida narración de nuestro amigo y sus expresiones faciales recordando y repitiéndonos “nunca uses jabón para lubricar un orto” dejando de lado que lo del orto es una mala idea de por sí.

En fin.

La chica llegó aproximadamente dos horas tarde, momento para el cual ya me había hecho amigo de las personas de la mesa de al lado, incluso compartíamos una cerveza, un par de daiquiris y algunos gustos musicales y del mundo del cine. Probablemente debí haberme quedado con ellos.

La saludé de forma educada, ella respiraba agitada, como si hubiese venido corriendo. Yo, a través del marco de la puerta, la había visto bajarse del remis.

-¿por qué tardaste tanto?- pregunté esperando alguna interesante y poco creíble historia sobre su gato escapando o que se yo… aliens, cosas que una mina inventaría para excusarse en vez de tener que decir “no sabía que ponerme”.

La respuesta que recibí fue- Vivo lejos, y ninguna empresa de remises contestaba así que vine caminando. Siempre hago eso, me gusta caminar, es bueno para el medioambiente y para uno.-

Levanté mis cejas hasta que éstas revotaron en el borde superior de mis nalgas y volvieron hasta la parte inferior de mi frente.

Intenté ignorar la evidente y poco creativa mentira preguntándole qué quería tomar, mientras con una mano llamaba a una mesera.

-Lo que vos tomes- dijo ella y yo pues procedí a pedirme una cerveza. Y aquí comenzó el show del lanzamiento de caca.

-¡Ahhsh! ¿Cerveza?- preguntó frustrada, lo cual me hizo, por debajo de la mesa apretar mi rodilla con la mano, evitando insultarla, mientras me mordía el labio con todas mis fuerzas.

-Para ella una Sprite- dije a la mesera, y ésta me sonrió notando mi frustración.

-¿Qué vas a comer?- pregunté mientras a la mesera señalaba, con el dedo en el menú, que yo comería una porción grande de papas fritas.

-Yo nada…- contestó.

-Mirandole con una falsa sonrisa pregunté-¿segura?- y ella dijo –segura… aunque no lo creas, yo nunca ceno.-

No recordaba haber dicho en ningún momento que no le creía, pero la dejé alardear sobre cómo mantenía su “figura” sin mencionar, en todo el monótono discurso, una sola actividad física.

Cada una de sus frases terminaba diciéndola con cara de confundida y hombros encogidos “no sé por qué… no tengo hambre a la noche.”

Al venir mi Cerveza (lo único bueno de la cita) y su Sprite,  me preguntó si tomaba mucho. Le respondí que no mucho,  pero al parecer, a la chica que baja de un remis y me dice que vino caminando, le pareció poco creíble mi respuesta y procedió a contarme lo malo que era para mi cuerpo, para mi cerebro y para mi ámbito social (cuak?)

Como su botella era de medio litro, no duró nada, y claramente, terminó tomando más de mi Brahma que yo. De tal forma que cuando llegó mi porción de papas fritas, tuve que pedirme otra bebida.

Me pedí cerveza de otra marca, para poner a prueba a la chica. Probablemente le gustaba solo la Brahma. Así que me pedi una Budweiser.

Para cuando había tomado (con su ayuda) la mitad de la segunda, la muy malparida que (de hombros levantados y cara de confundida) “no tenía hambre de noche” se había comido más de la mitad de mis papas… a ver chicas…

Nos chupa uh huevo la comida, o sea, todo bien. La disfrutamos. Pero si les ofreceos comida digan SI.

Habría preferido pagarle un asado a la olla antes de quedarme con hambre. Porque como ella legó tarde… para aquella hora, no podía pedirme otra cosa a parte de maní. Ya habían cerrado la cocina (era un resto-bar)

Tras sus alusiones refiriéndose a mí como alguien poco sano por tomar… lo mismo que estaba tomando ella, hice una pregunta especialmente tramposa.

-¿a qué gimnasio vas?-

Ella sonrió y dijo- No voy, yo em…em…-comenzó a tartamudear – Yo salgo a caminar, es el mejor ejercicio. Leí que es muy bueno para el corazón y para la cola.-

Me quedé mirándola con sonrisa irónica y en silencio, cuando ella respondió apurada

- Y tomo Gatorade.-

Mi pelotudómetro se sobrecargó. No pude evitar soltar una risa.-¿y qué carajo tiene que ver el gatorade?- pregunté riéndome.

Ella se sonrojó y la verdad me dio un poco de pena. Intenté entablar una conversación sobre películas…su favorita era Diario de una Pasión. Quise charlar sobre música, ella me preguntó sobre Agapornis. Intenté incluso hacer chistes sexuales y ella no los entendía.

Simplemente…no era para mí

Fingí haber recibido un sms de emergencia por parte de un familiar y me fui A LA MIERDA.

¿Moraleja?

….


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