No
son muchos los que tuvieron la oportunidad de presenciar el desastre de una
forma tan panorámica como yo. La mayoría de las personas vivieron el desastre
por unas horas y murieron creyendo que se trataba de tan solo un desastre como
los tantos que solía sufrir la nación Argentina en épocas festivas.
Siendo
el piloto oficial del helicóptero presidencial, en ocasiones me vi obligado a
mirar hacia otro lado. No importaba a quien estuviese trasportando, mandatario
o no, si no cumplía con la orden, me echaban a los perros. No necesariamente refiriéndome
a esos muertos que caminan, no, para nada, no tendría problema en dejarme comer
por ellos, si los comparo con las verdaderas bestias asesinas, sádicas,
carroñeros de la euforia que son en su mayoría los seres humanos, los vivos, en
cuantos sentidos se le pueda dar a esa palabra.
Me
dijeron que si intentaba algo, me vestirían con un elegante traje y me
soltarían en las calles de la ciudad, como una rata en una jaula llena de
gatos.
Solo
fue necesario el paso de un par de horas después del anuncio de un primer
infectado en la ciudad de Buenos Aires. Las radios hablaban de un encubrimiento
por el gobierno, de una conspiración, de un método poco ortodoxo de medir a las
masas, de ganar votantes. De tener hipnotizadas a las personas para
aprovecharse del DNI sin espacio para sellos y realizar un fraude electoral, ya
que estas personas enfermas no pueden hacerlo. Yo, desde mi posición, puedo
decirles…el gobierno no tuvo nada que ver.
Pero obviamente, las personas deciden creer en lo que sea, con tal de sentirse con una razón por la cual ponerse una camiseta con los colores de su país y exigir justicia, libertad y respeto al amor por la patria y luego empezar a violar los derechos de sus semejantes.
Si
hubiesen visto a la presidenta, con su cara de desesperación, diciendo que
hubiese sido una mejor idea asegurarse y bombardear Corrientes el primer día.
Los agentes sanitarios, los gobernadores, intendentes, todo el mundo creía que
el desastre realmente había terminado en el norte. Creían que los casos
aislados en Salta, Córdoba y Entre Rios habían sido solo casos de familiares de
personas originarias de la ciudad en donde se inició la infección.
Hace
solo unas horas, cuando me dirigía hacia aquí pude ver a una muchacha, por las
calles vacías robándose un auto. Las calles de la Ciudad de la Furia jamás estuvieron
tan vacías, los carroñeros, antes del inicio del toque de queda, desesperados,
aprovechando el miedo destruyeron la ciudad, se robaron televisores, zapatos,
bebidas alcohólicas, e incluso a personas. Dios mío, los veía llevarse a niñas
en camionetas también secuestradas, y no podía hacer nada, sino escuchar a los
jefes políticos celebrar que pudieron escapar.
Y
recuerdo a aquel hombre, en la ruta, arrastrándose, siendo perseguido por
lentos pero letales
Pues
aquí mismo, después de haber visto como mi país empezaba a arder en llamas,
como mi patria era dejada a la suerte, viendo como los inadaptados sociales se devoraban
todo a su paso, y no me refiero para nada a los infectados, me decido a enviar
esta carta en la botella del más caro licor que encontré en la bodega del
bunker a quien sea que la encuentre.
Ahora
todos en la base duermen. Ya vacié los tanques de combustibles de todos los
vehículos, ya dejé todos los matafuegos fuera del alcance de cualquiera de
estos hijos de puta. Solo
me falta fumar este, mi último cigarrillo y lanzar la colilla, chispa
suficiente para dar muerte a esta basura y vida a mí mismo. Porque
muerto estoy desde que acepté este trabajo, el de ser las alas de la corrupción
y la ventaja injusta.
Aprendí en estos viajes que el pueblo no es el reflejo de sus gobernantes, para nada, el Gobernante es elegido por el pueblo, o al menos por gran parte de este, y estos monstruos corruptos son un verdadero reflejo de las decisiones que tomaron los individuos de este pueblo en este último tiempo.
Tal vez vos no merezcas lo que te pasó a vos y a tu familia, pero así es la democracia, vos formas parte de una minoría.
Nos
vemos del otro lado.