15/7/14

Dead Outbreak: Iushie

Me llamo Iushie, me siento a escribir por el simple motivo de que no puedo dormir. Hace mucho que había estado queriendo hacerlo, pero como ahora acostumbramos estar despiertos durante la noche y no tenemos más velas, nunca tengo buena luz para hacerlo.

Mi estilo se centra más en la poesía, no sé mucho sobre cómo plasmar crónicas o narración basada en mi vida o memorias, pero no me importa, probablemente nadie lea esto.

Después del desastre en la ciudad donde vivíamos y la muerte de mis dos hermanos, nos vimos obligados a trasladarnos a mi otra casa en San Cosme

Durante el día, los muertos vivientes se esconden de la luz del sol, es como si supiesen que sus ojos se pudrirán más rápido, ya que no pueden parpadear. Suelen asomarse a arboles o paredes y reposar su frente contra esto hasta que anochezca o se nuble el cielo. No se los oye gruñir siquiera, como si se pusiesen en un estado de “Stand By”. De pasar cerca de uno de ellos, se desesperan y atacan sin piedad, también creo que sufren de hambre.

Por lo ya mencionado… resulta obvio que durante el día es nuestro descanso. Podemos visitar casas vecinas y conseguir comida o bebida. Ahora mismo estamos muy escasos de agua y hace muchísimo tiempo que no comemos carne.

Mis padres, mi hermana y yo sufrimos muchísimo al ver las camas vacías de mis hermanos. Se volvió una tradición rezar por ellos todas las noches, deseando que no sean como esas criaturas, los caminantes come pieles. Y pensar que pude hacer algo, o tal vez no. Cuando el desastre inició, solo me escondí en el baño de la escuela y escuché el desastre, pude oír cómo los médicos  masacraban a los alumnos de mi escuela, los habían encerrado en los salones con una estúpida excusa. No salí de allí sino hasta que mis hermanos me encontraron y me llevaron a casa. Uno de ellos ya había sido mordido, el otro fue atacado intentando protegerme del primero.

Ya no estoy segura de por qué escribo esto, a para quien. Sé que no es una carta de suicidio, es algo que jamás me había planteado. Recuerdo cuando se lo dije a mi madre, cuando le confesé que me es imposible siquiera pensar en hacerme daño a mí misma como una salida. Su respuesta fue: No sabes cómo te envidio.

Es probable que mañana tengamos que ir a buscar agua en un radio más amplio de casas. Podríamos ir hasta la laguna, pero papá no confía, dice que lo más probable es que el agua esté infectada por la sangre de los monstruos. Estoy asustada. Cada vez hay más de esas cosas, a medida que algunos se pudren y dejan de moverse, otros más nuevos vienen.

Cuando pasan sus primeras horas enfermos sin comerse a nadie, empiezan por sí mismos, se devoran sus labios. Si sus piernas no funcionan, no tienen piedad de sus propias pieles. Por las noches, cuando tenemos que cuidar la puerta y justo hay luna llena, suelo ver a algunos tropezando, sin fuerzas suficientes para levantarse. Se arrastran un par de metros hasta que sus mandíbulas se rinden, hipnotizadas a sus brazos, y se comen a sí mismos. Si en su andar se chocan con otro de ellos, se comerán los rostros mutuamente.

Creo que ya no se acercan a la puerta porque ésta apesta a muerto. Como se pasan sus primeras horas buscando carne o comiéndose a sí mismos cuando no la encuentran, al llegar aquí no tienen extremidades superiores con las cuales intentar girar el picaporte o arañar las paredes. Siguen el olor hasta la entrada de la casa y allí golpean sus cabezas hasta inutilizarse a sí mismos. Quien lo habría dicho, esta casa, alejado de todo…tan efectiva para una situación tan anormal.



No sé qué hora será. Pero mejor aprovecho para dormir mientras haya luz. A la noche, aunque mis padres me permitiesen tomarme una siesta, sería imposible, con el sonido de sus gruñidos, los gritos de sobrevivientes corriendo por sus vidas o los golpes de sus asquerosas cabezas contra la puerta o las ventanas.