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La
patineta era demasiado pequeña. Ana podía arrastrar a la mujer con muchísima facilidad
gracias a ésta, pero las piernas rozaban el suelo, y cualquiera sea de la cual
la mujer más se quejaba, ambas tenían un aspecto grotesco. Estaban
completamente inflamadas, con la única diferencia de que la izquierda estaba
cubierta de sangre.
Tironeaba
a la pobre mujer desde su camisa, mientras ésta se mordía el antebrazo
izquierdo evitando gritar.
La
joven se sentía una estúpida, agachada, arrastrando a una mujer gravemente
herida, sobre una tabla con cuatro pequeñas ruedas, que al mínimo bache no harían más que hacer que la victima sufra
un pico de dolor, pero la malherida opinaba todo lo contrario. Veía a Ana como
su fuese la chica más valiente e inteligente del mundo. Se estaba arriesgando
por alguien a quien ni siquiera conocía.
-¿A
dónde vamos?- preguntó la mujer entre muecas- Por favor, decime que conoces a
alguien que vive por acá cerca.
La
joven mientras caminaba hacia atrás llevando a su nueva amiga resbaló, el suelo
empezaba a humedecerse por la llovizna, aun no estaban lo suficientemente lejos
de la horda de caníbales y el fuego, obviamente iba a apagarse. Su única espereanza
era alejarse mientras se comían a alguno de ellos que cuyas ropas haya sido
alcanzada por las llamas. Su coxis golpeó el suelo fuertemente y ésta se guardó
para sí un fuerte grito de dolor.
-¿Estás
bien?- preguntó la mujer desde su improvisada camilla.
-Mierda
no…- dijo Ana, y acostada en el suelo, recuperándose de la caída abrazó la
cabeza de la mujer-Estoy lejos de estar bien… pero mujer no te pregunto eso a
vos.-
La
mujer puso su mano detrás del cuello de Ana y con la escasa luz miró su
rostro-Te Pareces a mi hijita…-
Ambas
se sonrieron, la joven, intentando volver a ponerse en pie miró hacia adelante
y vio a lo lejos, junto a uno de los autos que habían sido incendiados, el
cuerpo de la “Hijita”. A primera vista era una imagen realmente triste, pero se
volvió escalofriante cuando Ana notó que la niña se estaba moviendo, estaba comiéndose
su propio antebrazo. Prefirió no mencionarlo, ni siquiera reaccionar a ello de
una forma evidente.
Volvieron
a cruzar miradas y la mujer dijo, nuevamente abrazando a su heroína del cuello-
Vamos a salir de esta… vamos, tenes que conocer a alguien que viva cerca de
acá.-
El
nombre de “Felipe” resonó en la cabeza de la joven.
Arrastró
a la mujer, quien nuevamente se mordía a sí misma evitando hacer ruidos.
“Por
favor Felix… mas te vale que tengas ganas de mirarme el culo” se dijo Ana a sí
misma y observó como las llamas se apagaban al pasar a una lluvia más pesada.
-Vamos
a meternos en una estación de servicio, va a haber comida, probablemente un botiquín-
dijo Ana tratando de calmar a la mujer-Conozco a alguien… conozco a alguien que
atiende allí y…y…y…- Volteó a mirar el restaurant de la estación, a la cual ya habían
llegado. Las luces de adentro estaban encendidas. Una de las paredes de vidrio
estaba destrozada, en el interior había sangre en el suelo, o, a juzgar por su
color, quizás era solo vino. Algunas de las mesas allí dentro estaban caídas,
algunas bestias caminaban por el interior. Un policía muerto junto a la puerta
del baño indicaba que el lugar contó con su propia historia.
-¿Qué
pasa?-preguntó la mujer apretando los dientes y volteó a mirar.
-No…-
susurró Ana- Fe…Felipe…Esteban…- iba diciendo mientras arrastraba a la mujer
bajo el techo de de la Gasolinera.
La
dejó junto a una de las mangueras y expendedor. Se sujetó la frente y se paró
erguida nuevamente. Miró como las criaturas venían en todas direcciones.
-¡¿Qué
vamos a hacer?!- comenzó a llorar la
mujer desde la patineta- ¡Arrastrame lejos de acá! ¡Me van a comer, por favor!-
gritó y comenzó a tironear del pantalón de Ana quien en la parte de arriba solo
tenía puesto un sostén, ya que había quemado su remera.-No importa que me
duela, por favor ¡¡¡arrástrame!!!-
Ana
sacó lo que quedaba de una tuca y la encendió. Dio una profunda pitada,
ignorando los pedidos de la mujer y sintiendo como ésta le clavaba las uñas en
la pantorrilla pidiéndole que la sacara de ahí.
Soltó
el humo lentamente, recorriendo a su alrededor con la mirada y dijo-Tengo frio-
y su piel se erizó.
-¡Me
importa una mierda que tengas frio, o que te hayas caído de culo! ¡Un auto me partió
las piernas, mi hija está muerta! Si me hubieses abierto la puerta en mi primer
pedido de auxilio ya estaríamos a salvo, pendeja… ¡PENDEJA PUTA!- la mujer
toció sangre y vomitó lo que sea que haya comido más temprano, junto con más y
más sangre.
Había
estado respirando agitadamente y ahora gritando, sus costillas rotas estaban
incrustadas en sus pulmones, era un milagro que siguiese con vida.
-Ana
cedió al efecto de la droga, despejó su mente y dijo-Les atrae el calor… ¿no?-
extendió la mano derecha para retirar una de las mangueras mientras con la
izquierda sostenía su porro y taba una profunda pitada.
Dejó
caer combustible sobre la mujer, quien desesperadamente intentaba arrastrarse
lo más lejos posible entre gritos y toses sanguinolentas-¡¿Qué?!- al mirar
hacia arriba dañó sus ojos y se ahogó con algo de nafta, como si fuese poco ya
con sus propios fluidos.
-Así
que les atrae el ruido…y el olor de la carne- exclamó mientras soltaba el humo.
Rió y aspiró el humo desde su tuca por última vez, dejando solo papel y una
pequeña brasa.
-No…
por favor- lloró la mujer.
-Lamento
lo de su hija- dijo Ana y dejó caer la chispa al suelo, incendiando el
combustible que yacía esparcido.
Los
gritos de la mujer resonaron por toda la calle, algunas personas se asomaban a
sus ventanas en lo alto de los edificios cercanos.
La
muchacha, que llevaba solo su sostén, caminaba silenciosamente, abrazándose a
sí misma, pálida y y helada era completamente invisible para los monstruos,
quienes estaban hipnotizados por la luz de las llamas, su calor y los
desesperados gritos de la mujer. Quien se arrastraba, pataleaba, giraba,
luchaba contra el mortal calor que la envolvía.
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