26/6/14

Dead Outbreak: Ana (Parte 5)

Ana consiguió un auto con el tanque lleno. Fue pan comido. El supuesto dueño, un hombre que aparentaba haber pasado una buena cantidad de años en la cárcel, lo estacionó y con un enorme tubo de metal se puso a golpear un cajero automático. Ella notó que la llave estaba puesta y se lo llevó.

Pensó en dirigirse hacia el sur. Las personas con más dinero vivían allí, por lo tanto, se imaginaba una población más segura. Quizas libre de infección.

En su trayecto por la ruta vio a un grupo de infectados a punto de alcanzar a un hombre que se arrastraba en el suelo, parecía tener una de sus piernas totalmente inutilizada.

No por cargo de conciencia sino por pura curiosidad se asomó, estrelló a los monstruos y se acercó al hombre que estaba en el suelo.

Éste agradecido decía- Oh Dios te bendiga, por favor, por favor lléveme, lléveme en el auto, voy a hacer lo que sea.-

El hombre se puso boca arriba. Tenía los labios secos y las manos raspadas, parecía haber estado arrastrándose por horas.

Ana notó que éste tenía una herida en la rodilla.


-¿Y Usted?- preguntó- ¿Cual es su historia?

Dead Outbreak: Ana (Parte 4)

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La patineta era demasiado pequeña. Ana podía arrastrar a la mujer con muchísima facilidad gracias a ésta, pero las piernas rozaban el suelo, y cualquiera sea de la cual la mujer más se quejaba, ambas tenían un aspecto grotesco. Estaban completamente inflamadas, con la única diferencia de que la izquierda estaba cubierta de sangre.

Tironeaba a la pobre mujer desde su camisa, mientras ésta se mordía el antebrazo izquierdo evitando gritar.

La joven se sentía una estúpida, agachada, arrastrando a una mujer gravemente herida, sobre una tabla con cuatro pequeñas ruedas, que al mínimo bache  no harían más que hacer que la victima sufra un pico de dolor, pero la malherida opinaba todo lo contrario. Veía a Ana como su fuese la chica más valiente e inteligente del mundo. Se estaba arriesgando por alguien a quien ni siquiera conocía.

-¿A dónde vamos?- preguntó la mujer entre muecas- Por favor, decime que conoces a alguien que vive por acá cerca.

La joven mientras caminaba hacia atrás llevando a su nueva amiga resbaló, el suelo empezaba a humedecerse por la llovizna, aun no estaban lo suficientemente lejos de la horda de caníbales y el fuego, obviamente iba a apagarse. Su única espereanza era alejarse mientras se comían a alguno de ellos que cuyas ropas haya sido alcanzada por las llamas. Su coxis golpeó el suelo fuertemente y ésta se guardó para sí un fuerte grito de dolor.

-¿Estás bien?- preguntó la mujer desde su improvisada camilla.
-Mierda no…- dijo Ana, y acostada en el suelo, recuperándose de la caída abrazó la cabeza de la mujer-Estoy lejos de estar bien… pero mujer no te pregunto eso a vos.-

La mujer puso su mano detrás del cuello de Ana y con la escasa luz miró su rostro-Te Pareces a mi hijita…-

Ambas se sonrieron, la joven, intentando volver a ponerse en pie miró hacia adelante y vio a lo lejos, junto a uno de los autos que habían sido incendiados, el cuerpo de la “Hijita”. A primera vista era una imagen realmente triste, pero se volvió escalofriante cuando Ana notó que la niña se estaba moviendo, estaba comiéndose su propio antebrazo. Prefirió no mencionarlo, ni siquiera reaccionar a ello de una forma evidente.

Volvieron a cruzar miradas y la mujer dijo, nuevamente abrazando a su heroína del cuello- Vamos a salir de esta… vamos, tenes que conocer a alguien que viva cerca de acá.-

El nombre de “Felipe” resonó en la cabeza de la joven.

Arrastró a la mujer, quien nuevamente se mordía a sí misma evitando hacer ruidos.

“Por favor Felix… mas te vale que tengas ganas de mirarme el culo” se dijo Ana a sí misma y observó como las llamas se apagaban al pasar a una lluvia más pesada.

-Vamos a meternos en una estación de servicio, va a haber comida, probablemente un botiquín- dijo Ana tratando de calmar a la mujer-Conozco a alguien… conozco a alguien que atiende allí y…y…y…- Volteó a mirar el restaurant de la estación, a la cual ya habían llegado. Las luces de adentro estaban encendidas. Una de las paredes de vidrio estaba destrozada, en el interior había sangre en el suelo, o, a juzgar por su color, quizás era solo vino. Algunas de las mesas allí dentro estaban caídas, algunas bestias caminaban por el interior. Un policía muerto junto a la puerta del baño indicaba que el lugar contó con su propia historia.

-¿Qué pasa?-preguntó la mujer apretando los dientes y volteó a mirar.

-No…- susurró Ana- Fe…Felipe…Esteban…- iba diciendo mientras arrastraba a la mujer bajo el techo de de la Gasolinera.

La dejó junto a una de las mangueras y expendedor. Se sujetó la frente y se paró erguida nuevamente. Miró como las criaturas venían en todas direcciones.
-¡¿Qué vamos a hacer?!- comenzó a llorar  la mujer desde la patineta- ¡Arrastrame lejos de acá! ¡Me van a comer, por favor!- gritó y comenzó a tironear del pantalón de Ana quien en la parte de arriba solo tenía puesto un sostén, ya que había quemado su remera.-No importa que me duela, por favor ¡¡¡arrástrame!!!-

Ana sacó lo que quedaba de una tuca y la encendió. Dio una profunda pitada, ignorando los pedidos de la mujer y sintiendo como ésta le clavaba las uñas en la pantorrilla pidiéndole que la sacara de ahí.

Soltó el humo lentamente, recorriendo a su alrededor con la mirada y dijo-Tengo frio- y su piel se erizó.

-¡Me importa una mierda que tengas frio, o que te hayas caído de culo! ¡Un auto me partió las piernas, mi hija está muerta! Si me hubieses abierto la puerta en mi primer pedido de auxilio ya estaríamos a salvo, pendeja… ¡PENDEJA PUTA!- la mujer toció sangre y vomitó lo que sea que haya comido más temprano, junto con más y más sangre.

Había estado respirando agitadamente y ahora gritando, sus costillas rotas estaban incrustadas en sus pulmones, era un milagro que siguiese con vida.

-Ana cedió al efecto de la droga, despejó su mente y dijo-Les atrae el calor… ¿no?- extendió la mano derecha para retirar una de las mangueras mientras con la izquierda sostenía su porro y taba una profunda pitada.

Dejó caer combustible sobre la mujer, quien desesperadamente intentaba arrastrarse lo más lejos posible entre gritos y toses sanguinolentas-¡¿Qué?!- al mirar hacia arriba dañó sus ojos y se ahogó con algo de nafta, como si fuese poco ya con sus propios fluidos.

-Así que les atrae el ruido…y el olor de la carne- exclamó mientras soltaba el humo. Rió y aspiró el humo desde su tuca por última vez, dejando solo papel y una pequeña brasa.

-No… por favor- lloró la mujer.

-Lamento lo de su hija- dijo Ana y dejó caer la chispa al suelo, incendiando el combustible que yacía esparcido.

Los gritos de la mujer resonaron por toda la calle, algunas personas se asomaban a sus ventanas en lo alto de los edificios cercanos.

La muchacha, que llevaba solo su sostén, caminaba silenciosamente, abrazándose a sí misma, pálida y y helada era completamente invisible para los monstruos, quienes estaban hipnotizados por la luz de las llamas, su calor y los desesperados gritos de la mujer. Quien se arrastraba, pataleaba, giraba, luchaba contra el mortal calor que la envolvía.

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