Esto sí que
se siente extraño. Volver a lo que inicialmente era mi blog cuando lo inicié y
lo que, en general, era antes el ser Bloggero.
Tener un
rincón en internet donde esparcirte y escribir lo que se te cante, lo que te
salga en el momento, respecto a cómo te sentís y cómo podes interpretarlo.
Este año
tengo ahorrada la plata que quería, tengo planes enormes para el futuro
próximo, mis notas van bien, el estudio genial y mis proyectos bastante bien
también. Pero… algo pasa.
Entre mi
cinefilia, adicción a ciertos tipos de literatura y orientación política, en
alguna parte de mi cabeza, en el rincón más humano estoy yo, como un niño, que
siente todo como si fuese nuevo, como si lo estuviese experimentando por
primera vez. Todos tenemos esa parte y es a la que la mayoría tiende a
aferrarse más, porque es, al fin y al cabo, en lo que nadie nos gana. Ser
nosotros mismos.
Tiendo a
ignorar esa parte, tiendo a consumir todo lo que me rodee, o al menos una
porción razonable y ver qué puedo sacar de ello, qué puedo convertir en una
realidad más fácil de masticar, lo cual es el proceso mismo de aprender y
retransmitir.
Hace poco,
esa parte, del niño que siente todo nuevo y no sabe nada, tuvo su momento de
gloria. Me vi inmerso en una situación en la cual me sentí pleno, intelectual y
emocionalmente, y fue genial. Cada instante se sentía distinto al anterior y a
cada rato me preguntaba cómo era posible que nunca antes me haya sentido así.
Había tenido
situaciones similares, sí, pero siempre en control de los parámetros, siempre
consciente de que no sería eterno, por ende, cuando terminaba estaba más o
menos preparado.
En esta
ocasión no lo estuve, el impacto fue letal y excesivamente inoportuno.
No afectó
mis estudios, tampoco mi rendimiento social y mucho menos mis hábitos diarios.
Entonces… ¿por qué siento que algo anda mal?
Quizás es la
impotencia de no poder influir en exactamente todos los factores de mi vida, el
hecho de que no todos están dispuestos al diálogo y la tragedia de que a veces,
solo a veces, todo sale como lo planeado.
¿Cómo
describimos a esta sensación? No sé cómo es para vos, pero en mi caso no se
siente mal, para mí es como si estuviese flexionando un músculo sin descanso
alguno, que consume mi energía, me agota y me agota y para cuando llega el
momento de dormir, a medida que voy apagando las luces de la casa, al instante
en el que volteo hacia el pasillo que lleva a mi habitación pienso-¿Por qué?
¿Por qué no
fue como lo deseábamos? ¿Cómo es que las cosas se salieron de tus manos? ¿Por
qué no puedo decirte esto a vos cara a cara?
Las formas
en las que vemos a las personas involucradas en un conflicto que no podemos
resolver son por lo general muy distintas a ellas. Son una imagen de lo que
creemos, imaginamos, son ellos para sí mismos. En esencia, somos nosotros.
Y en esa
incesante conversación en silencio que sufrimos imaginando con la cabeza contra
la almohada, en realidad estamos hablando con nosotros, con un rincón extraño
de nuestra mente en el cual estamos en los zapatos del otro.
¿Por qué?
¿Por qué no
fue como lo deseábamos?
Puedo
mantener conversaciones en cuatro idiomas, tengo aproximadamente tres novelas
escritas y cuatro o quizás cinco sin terminar. Tengo cuenta en más redes sociales de las que
puedo recordar y te conozco hace más años de los que puedo contar con una mano,
pero aun así no puedo entregar un simple mensaje, uno que se repite todas las
veces que estoy solo y volteo hacia algún rincón de la casa.
“Fue hermoso”
Es todo lo
necesario, y quizás signifique tan poco para quien lea esto. A esta altura dudo
que algún día tenga el impacto que deseo, la fuerza necesaria para que se dé a
entender lo que pasa por mi cabeza cuando recuerdo el momento en el cual me dije a
mí mismo-Esto es bueno.
¿Por qué?
¿Por qué no
fue como lo deseábamos?