Había mucho barullo, todos pasaban junto a él, quien se sentía
desconcertado, con algo de vértigo invadiendo sus venas un aire fresco de más
sobre su cuello.
Iba de la mano con una chica, en quien no podía concentrar su
mirada, por lo tanto era casi imposible identificar, pero la sensación era
familiar. No era el olor de su perfume, tampoco su andar o su voz. La presencia
que la chica emanaba provocaba tanto nostalgia como felicidad. El paisaje
mezclaba lugares que él había frecuentado y otros que tan solo había visto una
sola vez. Las calles eran de Roma, los edificios de Londres y las sonrisas
abundaban más que en ningún lado.
Cosa que lo llevó a preguntar en voz alta: “¿Donde estoy?”
La chica lo miró de reojo, y él aun sin poder detectar sus rasgos
faciales, notó que era hermosa, y no solo eso, lo hacía sentir bien, su mirada
era como una dosis de calor en el momento y lugar preciso.
“Estás donde querés estar”
“¿C-como…?” empezó el la pregunta, pero luego decidió cambiarla por
“¿Quién sos?”
“No importa quién soy. Sino quien creas que soy”
Se sintió avergonzado por estar tan perdido en la situación, pensó
incluso que tal vez alguien lo había drogado, y al querer pensar en
qué momento pudo haberse dado la situación o qué pudo haber estado haciendo
instantes antes para sentirse así notó algo. No tenía memoria alguna. No había
anécdotas o instantes en su biblioteca mental. Todo estaba en blanco.
“Se siente bien, ¿no?” le preguntó la chica. Él no respondió. Ella
volvió a hablar “ir de la mano conmigo. Hace mucho que no la ves. La extrañas,
¿Cierto?”
“¿A quién?” preguntó él. Pero sabía la respuesta. Era aquella
persona con quien creía estar, aquella que lo había dejado con la herida
abierta, aquella con quien le gustaría estar caminando de la mano, pero no
podía.
Notó que la chica no respondía, así que hizo otra pregunta, solo
para volver a escuchar su tan abstracta voz. Que para su oído y mente no tenía
traducción sonora. Era simplemente un mensaje, que de alguna forma estaba
recibiendo.
“¿Quién sos? En serio… ¿siquiera nos conocemos?”
Ella lo soltó de la mano “acabas de arruinarlo… y no, no nos
conocemos”
“¿Arruinar qué? ¿Y por qué me estabas…?”
“Nos cruzamos en la calle. Yo llevaba puesto un collar muy
característico, muy parecido al que le diste a ella en su cumpleaños. Te
recordé a ella…y ahora estoy acá…reemplazándola, ya que decidiste censurarla de
tu mente. Podrías no ser un idiota y superar tus problemas…”
“Entonces…” dijo él, mirando a sus pies, que por alguna razón no
estaban ahí, al igual que el resto de su cuerpo. Ni siquiera podía ver su
nariz.
“Esto es un sueño…” exclamó la chica y comenzó a alejarse. Él la
siguió y la sujetó de la mano nuevamente. Realmente temía despertar,
encontrarse otra vez con su habitación vacía. Donde solo, aparte de los
muebles, encontraría un objeto con valor sentimental (no necesariamente de
buenos sentimientos). Su teléfono celular. Donde tenía incontables fotos,
mensajes con “ella” y también…su número de teléfono. Esa maldita y pesada roca
que hacía que le costara el solo sacar el aparato del bolsillo para ver la hora
y darse cuenta de que no había recibido ningún mensaje nuevo de “ella”.
“No quiero despertarme” dijo a la chica “quiero quedarme acá…es el
único lugar en el que realmente siento que existo. Aunque no te conozca. Ni a
estas personas”
Ella no volteó. Parecía no estar prestando atención.
“No me molestaría caminar al lado tuyo…” siguió él “…me siento bien
así. Ojalá cayese en un coma y pudiese sentirme así por lo que me resta de
vida.”
“Ni siquiera existis acá…” lo interrumpió “¿por qué crees que
ninguna de estas personas te mira?”
“…”
“Todos ellos expresan lo que pensas de vos mismo, ¿por qué no los
ves a la cara?”
“No puedo”
“No, por supuesto que no, si cuando estas despierto no tenés las
bolas de mirarte al espejo y decirte qué opinás de tu deplorable estado.”
“Tranquila. Ya casi me olvido de ELLA”
“Esto no se trata de ella, se trata de cómo manejas todo. Tu vida,
tus relaciónes. ¿Cuando fue la última vez que le hiciste el amor a alguien y te
atreviste a llamarlo así? Pfff, ni siquiera fue así con ella, no sé por qué la
extrañas.”
“Basta…” intentó apretar la mano de la chica con fuerza, para
lastimarla, pero pudo darse cuenta de que allí, él era débil.
“Te explico qué pasó… te sentiste querido, por lo tanto, ella era
especial para vos, tanto que decidiste imaginarte que eras especial para ella,
que tenías algún valor para su entrepierna, te subiste los humos para
distraerte del hecho de que no sabes qué pensás de vos mismo, no sabes
insultarte, en tu mente sos un ser todopoderoso que lo sabe todo acerca de sí
mismo, pero más en el fondo, por detrás de tu patética consciencia seguís
teniendo cinco años…”
“¡Basta!”
“…estas desnudo en un rincón oscuro, delgado, sin comer y lloras,
porque por más que no te cueste nada conseguir chicas tan lindas como sea
posible…”
“¡BASTA! ¡BASTA! ¡BASTA!”
“No sabés cómo se sienten ellas… ni antes, ni después de vos…”
Puso las manos a los costados de la cabeza y miró hacia el suelo…o
al menos eso sintió.
“Por favor…quiero que me saques de este sueño…” musitó “…despertame…”
“Puede que de las pesadillas te puedas deshacer, pero de mí no.
Estoy allí todo el tiempo, detrás de tus ojos, y hasta que no te deshagas de
mí… te voy a seguir visitando.”
Lo levantó y se dieron un fuerte abrazo. Ella lo besó, él se
entregó totalmente a la nostalgia y felicidad que tanto le provocaba su
presencia. Esa chica no era una representación de ELLA, no expresaba deseo
sexual alguno, era algo más propio incluso que el mismo sueño.
Tras el beso, se separaron, pudo sentir cómo se estaba viendo a sí
mismo. Ambos dijeron al mismo tiempo “NO ME AMO” y los ecos dieron paso al
mundo real donde en el fondo sonaba “debería amarme” y donde solo había muebles
y un teléfono celular en el suelo.
Él lo levantó y pensó en voz alta “¿Qué tengo que hacer primero?”