7/9/15

Dead Oubreak: Por Favor (parte 5)

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Esta historia es una continuacion de Dead Outbreak: Por Favor (parte 4)


-Gracias por quedarte…-

-No es nada…- dijo él y presionó los labios. Era mentira, de verdad tenía que irse. Ver cómo la sombra de los árboles se desplazaba lo hacía sentir cómo el peso del mismísimo pasar del tiempo comenzaba a hacerse notar. Intentó disuadirla-…Pero creo que podría ir por ayuda. Me estoy alojando en la casa de un doctor.

-Qué suerte la tuya.- dijo ella, con los ojos cerrados y el rostro pálido-Me siento más segura así. Con o sin doctor, voy a morir. Prefiero no estar sola cuando eso pase.

Nico se sentía incómodo. No la conocía no le interesaba conocerla, le quedaban pocas horas de vida y no había nada que él pudiera hacer para ayudarla. Al mismo tiempo, quería ser complaciente. Al menos esperar a que se durmiese o quedara inconsciente para no tener que escucharla insultándolo. Sus prioridades en aquel momento se centraban en alguien con más esperanzas de vida.

-Y aunque pudiesen salvarme…-siguió ella- No quiero. Mi novio murió, y desde antes de ayer, cuando mi familia se fue sin mí, solo él me mantenía viva.

Nicolás se resignó a fingir interés de forma perezosa

- ¿Si?-

-Sí, si él no hubiese estado allí diciendo que me amaba, habría usado cualquier objeto con filo para cortarme la garganta.

Un grupo de muertos andantes se acercó. No se encontraban en tan mal estado y se movían rápido, por lo que el muchacho asumió que habían sido recientemente transformados, por lo tanto, aun no estaban ciegos. 

Extrañamente, todos llevaban un crucifijo colgado del cuello.

Se agachó sobre la chica y ésta, con solo oír los pasos asumió de qué se trataba. Ella lo abrazó con fuerza y ambos sintieron el temblor del otro. Podían escuchar cómo algunas de las bestias se chocaban, en su andar, con sus semejantes y rebotaban contra el automóvil. Los gruñidos no los ayudaban en nada a mantener el silencio y evitaban mirar hacia las ventanas.

Cuando los pasos se alejaron lo suficiente se separaron y volvieron a su posición inicial. Nicolás miró hacia atrás y notó que todos los cadáveres de la pequeña horda estaban bien vestidos y ninguno tenía mordida alguna sobre los brazos o piernas, sospechoso, demasiado. No tenía mucho que hacer allí dentro, así que lo comentó con su nueva amiga.

-Qué raro…están muy sanos…-

-Sí… estaba por decir lo mismo. Mirá…- dijo ella y apuntó hacia la ventana contra la cual sintieron los rebotes de cuerpos. Él no notó nada extraño, así que solo sacudió la cabeza y se inclinó de hombros. Ella explicó su observación en pocas palabras-…está limpia.

Lo más normal, lo primero que uno observaba al ver de lejos a alguien en aquellos días era sus manos. Si estaba manchada de sangre, probablemente no te convenía acercarte. Pero de todos los cadáveres andantes que pasaron y chocaron contra la ventana, ninguno la había manchado con sangre.

-Alguien los envenenó…-dijo ella- Puede venir para acá…-

Nico estuvo a punto de pedir nuevamente permiso para abandonarla. Pero ella habló antes- No hace falta que te quedes, podrían venir y matarte. Hay muchos enfermos, la gente se volvió loca, ellos, ellos son el verdadero peligro.-

El buen samaritano floreció, y casi de forma in-intencional dijo- No puedo dejarte sola…

-No lo hagas- respondió ella.

-¿Queres que te lleve? Iría muy lento, nos devorarían a los dos…- dijo él, meditó unos segundos y luego expresó- ¡Ah! Eso…puedo intentar encender el auto, como en las películas…con los cables y…-

Ella soltó una penosa risa, sufrió el dolor de sus heridas en voz alta y lo calló con la mano-No…haría ruido y no llegaríamos a ningún lado. Ni lo intentes…-

-¿Entonces qué…?-

-¿Estás a favor de la eutanasia?- Preguntó la chica y el corazón de Nicolás se convirtió en una locomotora.
Hubo silencio por casi un minuto, dejando de lado a los grillos y demás insectos. No estaba seguro de haber escuchado bien.

-¿Que?- preguntó casi entre risas.

-Que qué te parece la eutanasia… ¿estás a favor?-

-¡¿Qué?! No, yo no… no p…-

-Estoy sufriendo…- dijo ello con la voz ahogada un llanto que terminaba de formarse- No quiero vivir.

Otro prolongado silencio invadió el vehículo. Él Cerró los puños, ella dejó caer unas lágrimas y lo abrazó. Como pudo.

-Es mi vida, creo que tengo derecho a elegir. ¿No?

Él Respondió con un movimiento de cabeza, mientras empezaba a lagrimear tambien, ella no alcanzó a verlo bien. Tan solo vio el reflejo de la poca luz externa en la gota que descendía por su rostro.

-Cuando estaba en el suelo, ahí afuera, vi un enorme bloque de cemento, no tan grande como para que no puedas levantarlo con algo de esfuerzo… pero creo que lo suficiente como para darme una muerte instantánea…

-Yo no… no puedo, perdón.

-Por favor…-dijo ella- Acaban de quitarme lo último que me quedaba. Mi puto cuerpo ¿Entendes eso? Me violaron ¿podés entender eso? Te ruego que lo hagas.

Nico se desesperó, rompió el llanto al estar inspirando aire y su mandíbula tembló-Puedo acompañarte hasta que te vayas, pero no… no me hagas matarte-

-¡Por favor!- pidió en un grito desaforado, mientras se sujetó la herida- ¡Por favor! No quiero vivir…no así.- lloraba la chica, sin pudor alguno, sin asco, simplemente…quería irse. Se había rendido.

Los detalles más mínimos pierden importancia cuando se tiene en cuenta la emoción vacía que Nico sintió al hacer lo que ella pedía. Solo cabe aclarar que la chica le dio a Nico la campera de cuero, como un agradecimiento.

Le dijo que haría lo que ella pidió, tirar el bloque de cemento sobre su cabeza. Pero éste era demasiado pesado. No le informó al respecto.
Fingió estar arrastrándola fuera del auto para posicionarla sobre el pavimento. Pero en vez de ello, cerró la puerta del vehículo, con fuerza, sobre su cuello.

Una…

Y otra…

Y otra vez… hasta que la cabeza de la chica parecía colgar de un hilo que salía desde su torso.

Caminó de nuevo hacia la casa del médico sin miedo alguno, deseaba que los infectados lo devoraran, con todo su ser.

No le daba importancia a recibir un disparo. Quería llegar, tomar a Sergio del cuello y presionarlo hasta sentir cómo éste se despedazaba entre sus dedos. Iba a incluso tomar unos cuchillos y mutilar al cadáver, entregárselo a los caníbales de a pedazos. Que no quedara ni el polvo del mal nacido.

Al llegar, se encontró con las puertas y ventanas abiertas. Especuló que el llanto de la niña pudo haber atraído a las bestias y éstas ingresaron. 

Especuló que él la haya entregado para escapar. Pero no, no había sido así. 

No había sangre en el suelo, ni dentro ni fuera de la casa.

Al entrar notó que no había provisiones. La heladera estaba vacía, tampoco estaban los cubiertos. Las almohadas no estaban. La niña no estaba. El hombre tampoco.

Se había escapado. Especuló que Nicolás había muerto y decidió huir y engañar a algún otro idiota.

Cerró la puerta y esperó allí hasta el amanecer, hasta tener luz suficiente como para, antes de marcharse, ver qué podría sacar de allí.

Ni bien pudo, echó un vistazo a las fotos. Aquellas que estaban en los porta retratos caídos. Y su hipótesis había estado errada. Muy, muy errada. No solo que Sergio estaba en una de ellas, sino que éste era mucho más enfermo y peligroso de lo que Nicolás había estado especulando.

Una vieja fotografía familiar mostraba a un matrimonio y sus hijos adolescentes. La chica de las otras imágenes estaba allí y al lado su hermano mayor… Sergio.

Nico ya no era el mismo. No le importaba morir, vivir, matar, sufrir, ser devorado por hambrientas bocas sedientas de sangre… solo quería hallar a la niña, y separarla de aquel hijo de puta.

Un grito provino desde las calles. Era de una mujer. Escuchó también el sonido de un carro siendo tirado por caballos. Fuertes risas y sonidos de disparos.


Fue caminando en dirección a los sonidos. Esta vez no se escondería.











Continua en Dead Outbreak: Los Creyentes