Las rotulas de mis rodillas, las sentía como dos piedras que no pertenecían a mi cuerpo Me costaba mover las piernas, y yo no hacía otra cosa que retroceder.
Gonza me gritaba:– Dispará, ¿que
tanto le miras?–
Mientras mi mandíbula vibraba dije– ¡Es
mi viejo! ¡Es mi viejo!– y levantaba los hombros, mientras el caminante, con un
hombro más levantado que el otro, venia rengueando hacia mí.
Los otros dos empezaron a buscar
objetos filosos en la ambulancia. Yo ya había dejado de retroceder. Ahora
estaba parado, esperando a que mi viejo se me acerque más.
El aire se sentía denso.
Podía sentir una tortura mental
terrible, mientras se acercaba el cadáver andante, el del el hombre que me
crió. Puse el arma bajo su mentón, para evitar que apuntara con sus dientes
hacia mí.
Él hacía muchos ruidos de quejas, y
babeaba, y mientras yo lloraba. Lo envolví con el brazo izquierdo, y le dije– Te
quiero viejo, disculpáme.
Grité con todas mis fuerzas y
garganta, solté el disparo. Cuando la bala atravesó su cerebro, su cuerpo se
desplomó sobre mí, y yo intentaba mantenerlo de pie y secarme las lágrimas con
su camisa.
Los otros dos solo miraban.
Lo recosté suavemente en el suelo y sobre su pecho, seguí llorando, con un llanto duro y mudo al comienzo, después grité y solté alaridos de dolor y pena.
– ¡NOOOO! ¡¡¡NOO, NO PUEDE SER.!!!–
Sentí que de atrás, alguien me tocó
el hombro, cuando me di vuelta, era Belén, a quien empujé al pararme y terminó
cayendo de espalda al piso.
– ¡¡¡Salí!!!–dije, y Gonzalo, muy
enojado me dijo:
–Hey, que te pasa idiota, te estaba
queriendo ayudar.–
–¿Ayudar? ¿Cómo nos podemos ayudar?
Mirá esto. Vos perdiste a alguien, Bel, también, yo acabo de perforarle el
cráneo a mi viejo– puse el cañón de la pistola por encima de mi oreja,
cuando ambos, Bel y Gonza dijeron– ¡NO! ¡NO! ¡¡Que hacés!!–
–¡¿Qué se supone que hagamos?! Llegar hasta el otro lado del puente ¿¿¿y después??? Ahora entiendo por qué se disparó Nico, esto se fue todo a la mierda ¡¡¡desde un principio!!! Más vale así rápido y no que nos terminen mordiendo. Quién sabe qué se ha de sentir ser una de esas cosas–
Mi amiga empezó a decirme– No, Mariano, pará, quiero que respires… y mires bien el cadáver.
La interrumpí disparando a sus pies,
un disparo que para su suerte, fallé, pero se pegó el susto de su vida.
–¿Para qué? ¿Crees que algo va a
pasar?
–Sí… creo que… mira tu cara.- dijo
segura de sí misma. Explicativa y firme–Alrededor de tu boca. Te salpicaron sangre.
Creo que tragaste algo.
–P…pero vos… cuando nos cruzamos vi
sangre en tu cara.- decía agitado sin quitar el arma del lado de mi cabeza.
–Pero yo no estoy viendo cosas- dijo
y bajó ambas manos. Segura de que algo me haría cambiar de parecer.
Volteé hacia el cuerpo. En efecto.
No era mi papá. No se parecía en lo absoluto. Tan solo la estatura y edad.
El muchacho desentendido que estaba
ahí con nosotros dijo: – Hey, mirá imbécil, vos quedáte acá y matáte si querés.
Pero con el ruido estas llamando a los locos y la verdad no tenemos por qué
quedarnos acá. Belén, vámonos, que el loco este haga lo suyo–
– No, no, no– dijo ella moviendo la cabeza y después me miró fijamente– No, Mariano, yo no me voy, vos tenés que venir con nosotros. Vamos a lograr ayudarte.–
–Ayu…- comprendió Gonzalo–¿Ese no es
tu viejo?
La miré y dije con mucha seriedad– Andáte.-
–¿Está infectado en serio? Belén. Vámonos.
Negó con la cabeza y de nuevo le dije– Andáte, andá para el puente Bel- pero esta vez apuntándola con la pistola y con mi mano temblando. Ambos se voltearon continuaron su marcha.
Ella intentó mirar hacia atrás, pero él la detuvo.
Pasaron al menos tres minutos.
Y yo, ¿que estaba haciendo? Apuntándome a mí mismo con un arma. Acaso ¿la iba a disparar? ¿Iba a esperar a que vengan a comerme vivo?
Al pensar en el suicidio, lo que se
me pasó por la mente fue que no me quedaba más nada que hacer, nadie con quien
seguir. Pero cuando lo pensé nuevamente, fue mientras tenía el arma en la boca,
apuntando hacia arriba.
Podía al menos morir con un poco de
dignidad, sabiendo que hice lo que pude para cuidar a mi amiga Belén y a un
completo desconocido.
Me saqué el arma de la boca, fui
hasta la ambulancia y tomé unos tubos de goma. Ellos podrían estar heridos, con
los tubos podría armar torniquetes. También tomé dos bolsas selladas con sangre
que colgaban al lado de un suero, cerca de la camilla.
Salí corriendo hacia el puente. No
veía a mis amigos. Solo a muchos autos chocados, y camiones con la parte de
atrás semi-abierta.
Pude ver a muchos de los camiones
que evacuaban gente, y pensé que encontraría armas o algo útil, así que levante
la puerta de uno de ellos. Me topé con algo terrorífico.
Todas estas personas estaban
quemadas, incineradas. Las mismas personas que los metieron allí prometiéndoles
salvación, los bañaron en combustible y se deshicieron de ellos. Nunca hubo
evacuación. Nunca hubo siquiera una idea de ello.
–¿Lo habrán usado como distracción?–me
pregunté.
Pero luego me asusté un poco más con
otra cuestión: "¿Estaba esto por terminar bien?" Quiero decir,
"¡íbamos a encontrar algo al final del puente? ¿O nos esperaba un verdugo?"
Caminé más o menos la mitad, sin
saber nada de ellos, hasta que los vi, agachados al lado de un auto. Vi que por
atrás, silenciosamente, se arrastraba un hombre…no, no, no era un hombre, eran
solo su tórax, brazos y cabeza, sus órganos lo seguían de cerca, y la mitad de
su columna vertebral también, siendo arrastrados.
Les grité– ¡¡HEY!! ¡CUIDADO!– y
ambos voltearon asustados y molieron a patadas a la criatura, Gonzalo casi usa
una extraña arma, pero como el ser dejó de moverse, no lo hizo, supongo que para
evitar más ruidos.
Entre susurros y gestos me regañó
por hacer ruido y Belén me llamó alegremente con los brazos.
Subí al techo de un auto y de a
saltos entre vehículo y vehículo llegué a ellos, por miedo a que me agarren de
las piernas.
Empezamos a ver que debido a mis
gritos, los monstruos empezaron a salir desde debajo de los autos, como si
hubiesen estado escondiéndose de la claridad.
Salían desde atrás de los camiones,
y muchos que estaban simplemente acostados, se levantaron con dificultad.
La llovizna ya se convertía en
lluvia.
–Vamos por arriba de los autos–Sugerí
– Son muy torpes, no van a poder agarrarnos si nos apuramos– ninguno de ellos
me respondió, simplemente hicieron lo que yo había propuesto.
Extendí mi mano para ayudarlos a
subir, por sobre el vehículo.
Belén pudo hacerlo sin problemas,
pero mientras Gonza intentaba, me dio su rara arma, una máquina para lijar, lo
cual es lo mismo que una sierra eléctrica pequeña pero en vez de una hoja,
tiene una piedra de textura rugosa.
–Con eso le cortamos el cuello a
uno, sirve, creeme– dijo con una expresión optimista.
Al apoyar un pie en el capó del
auto, por la lluvia, se resbaló y cayó de espaldas.
Su cráneo rebotó contra el pavimento emitiendo un grotesco sonido.
Me preocupé muchísimo, lo llamé por su nombre un par de veces y éste reaccionó con una sonrisa y cortas carcajadas.
–Mierda...me hice mierda la cabeza–
Primero sonreí con él y mientras se
levantaba, mi sonrisa se borró y mis ojos se llenaron de terror y desesperación
cuando el incompleto ser que los había atacado antes se volteó, lo agarró del
pelo y le mordió por encima de la clavícula.
Bel gritó con horror.
Su alarido de dolor fue
horripilante. Yo saqué el arma y disparé en la cabeza al monstruo.
Miré a nuestro nuevo amigo y dije:–Supongo
que te sigo debiendo el favor.– y mientras se sostenía la herida me dijo:– Vas
a morir con esa deuda – y se rio , o al menos eso intentó–eso que sale de tu bolsillo, son bolsas
de sangre?–
–Si, las saque de la ambulancia– entonces él otra vez se rio y
dijo– Sos vivo hijo de puta– volvió a reír forzosamente–Dámelas– pidió
extendiendo la mano y se las di.
Con su cabeza hizo señal de que nos fuéramos y con un gran brillo en sus ojos, con la lluvia en el rostro nos dijo:
–Igual, esta mañana ya quería morir, desde que vi que no podía
hacer nada por Mariela– y mordió las bolsas de sangre con fuerza para
perforarlas, empezó a sacudirlas y gritaba, para llamar la atención de
los enfermos.
Bel y yo corrimos sobre los autos.
Dando saltos de un lado a otro, con algunos resbalones pero nada mortal.
Para aquel momento ya había
relámpagos, y podía ver en cámara lenta como pasábamos tan cerca de tantos
infectados, algo distraídos por nuestro amigo, al cual ya no podíamos ver, pero
sí escuchar.
Sus gritos de horror y dolor se
mezclaban con una risa desaforada.
Pude descarnsar por unos tres
segundos. Volteé a ver.
Gonzalo estaba saltando por el fondo
del puente. Una horda gigante de humanos incompletos lo seguía. Sin miedo
alguno a la caída. Solo les interesaba un mordisco.
Llegamos más cerca del final, podíamos ver el fin del puente, y la lluvia ya empezaba a ceder.
Con la vista más despejada, vi que
al final del puente había un alambrado bajo, con dos personas ahí, una vestida
con un uniforme, obviamente policial, y el otro parecía vestir un guardapolvos
blanco.
Bel hizo señas con los brazos y
gritó:
–¡Auxilio! ¡Hey! ¡Por favor acá!–
Vi que el policía levanto su rifle y
apuntó a ella. La tome del brazo y la tiré al suelo.
Nos arrastramos hasta detrás
de una patrulla.
Y acá estamos, no se me ocurre qué
hacer, ya no veo a muertos caminantes como un peligro si los mismísimos vivos
nos quieren disparar.
Estamos escondidos detrás del único
auto en varios metros a la redonda, no podemos ir sig-sagueando. Somos nosotros,
el vehiculo y ellos…
Pero…
Pero claro, el auto, podemos
subirnos al auto, arrancar y chocarlos.
–¡¡Bel!! Vamos a agarrar el auto y
manejar hasta ellos– le digo.
Ella me contesta–Mariano, no sé,
¿tenés el arma todavía?–
– Que…¿te vas a…?–
–Sí, dámela–
–¡NO! Vamos a intentar esto, podemos
zafar –
Mientras sigo agachado, abro la
puerta del auto, y se me viene encima un policía totalmente frenético, con los
ojos blancos y sin labios. No puedo frenarlo a tiempo, me toma con demasiada
sorpresa
–¡ME MORDIÓ! ¡ME MORDIÓ LA MANO!
Belén con un susto enorme y pegando
gritos y llantos lo empuja. Saca el arma de mi bolsillo y le dispara justo en
el ojo izquierdo, puedo ver sangre salpicándose en el pavimento detrás de él.
Mientras ella llora y dice:
–No…no...no, por favor, ¡no me dejes
sola!–
Saco los tubos de goma, le digo que me ayude.
Me ato uno por encima de la muñeca,
lo más apretado posible y el otro más a la mitad del antebrazo y pido:
–La máquina para lijar Bel.
–No, vos estás loco– me contesta
ella.
Yo repito– ¡¡¡La maquina!!!- Dañando
mi propia garganta en el grito, seguido de: – ¡¡¡¿¿¿No ves que no tengo
tiempo???!!! ¡¡¡Encendéla!!–
–¡¡¡Bueno tomá!!!– la enciende y me la pasa.
–Por lo menos ayudáme ¿si?–
Ella apoya su codo sobre mi palma infectada.
Dice: –Por favor no me hagas mirar.-
– Bueno, no mires– digo mientras
acerco la máquina de lijar encendida hacia mi muñeca izquierda, haciendo un
horrible sonido.
Ella me interrumpe quitándose una duda– ¿Por qué no te mataste?–
– Yo te voy a molestar hasta que mueras Bel– me sonríe.
Continuo –No te estoy por dejar
sola… y, perdón por gritarte –
Empiezo a separar mi mano de mi antebrazo, cortando mi muñeca con esta horrible máquina. Grito, siento el dolor más intenso que haya percibido jamás.
Belén llora desconsoladamente y mira hacia otro lado.
Atravesar los huesos con esa máquina
es lo más horrible.
No estoy usando una cierra, esto es
una piedra de lijar, la sensación es espantosa, como romperme los huesos de la
mano de a golpes.
Al terminar de cortar siento que la piedra deformada emite un sonido seco Contra el suelo.
Me tiro al piso y le digo a Bel: –Ayudame…
ayudame a levantarme–
Ella intenta vomitar, pero esta vez
no hay nada en su estómago, por lo que suelta bilis, dejando un horrendo sabor
ácido y seco en su boca.
Se re estabiliza, me ayuda a
levantarme, yo quedo recostado por la puerta del auto y ella al lado del capó.
Mira hacia los policías, les levanta
el dedo del medio y les grita–Muéranse hijos de pu…– y con mi baja presión
sanguínea, y la vista borrosa veo como una línea borrosa transparente atraviesa
su pecho y lentamente la hace caer al suelo.
Y acá me quedo yo…con los ojos
redondos, y la boca abierta, mirándola en el suelo, tose sangre un par de
veces, y deja de moverse, no respira. Estoy atónito, no logro entender…
simplemente… se paró y una bala atravesó su esternón…
Tomo el arma que yacía en la mano de
mi ya difunta amiga, y con las pocas fuerzas que tengo, me posiciono sobre el
capó para disparar a ese policía hijo de puta. Cuando escucho la voz de Belén.
Como si intentase decir algo. De a poco me doy vuelta y me acerco
– ¿Bel? –
Sigo escuchando que intenta decir algo, pero no sé qué es, y me acerco más…
No sé cómo ocurrió, ella no había sido mordida...y a penas la habían matado...
De un solo mordisco, con todas sus
fuerzas arranca mi oreja.
Estoy furioso, frustrado, ya me había
arrancado la mano izquierda ¿para esto?
Mientras mastica mi oreja, pongo el cañón
de la pistola sobre uno de sus ojos y empiezo a presionar, a empujar, hasta que
un tercio del mismo está dentro del cráneo de quien fue Belén.
Dos tiros, uno para matarla. Otro de
gracia.
Suelto gritos de dolor. Sufrí el
tener que lijar mis propios huesos para que todo termine así.
Y cuando me paro.
Siento un disparo en mi omóplato
derecho.
Olvide por completo a los policías.
Me desplomo nuevamente en el suelo.
Estoy boca arriba, me falta una
oreja y una mano, siento como si escuchase todo de lejos…siento mucha fiebre.
Es la infección, me estoy por convertir en una de esas cosas. No, no quiero.
Todavía puedo dispararme, tengo un arma.
Me la coloco en la boca, sabiendo
que di todo lo posible, ya no queda nada por qué luchar. Solo…presionar el
gatillo…
CLICK!
CLICK!
CLICK!
CLICK!
No.
Me quede sin balas, me quede sin
balas, la puta madre.
Me… me pican los ojos, no … no puedo
parpadear, me cuesta mucho respirar, estoy respirando muy lento, siento que me
asfixio, me duele el pecho, el aire me raspa al pasar por dentro mío, es
como…como madera astillada, como si hubiese tragado vidrios.
Puedo sentir que la poca sangre que
corre por mis venas me lastima, la siento como si fuese fuego en mis propios
vasos sanguíneos, puedo sentirla hirviendo pero quieta, mi corazón no late
… creo, creo que me voy a levantar,
voy…
Me levanté, estoy caminando… ni
siquiera puedo controlar mi cuerpo, se mueve por sí solo.
Cada paso, cada contacto con el
suelo se siente como si me martillaran los huesos de las piernas. Puedo sentir
un olor muy fresco, viene desde donde están los policías, tengo mucha sed,
muero de hambre. Siento como si mi piel tuviese escamas.
Un disparo golpea parte de uno de
mis pómulos y me empuja un poco para atrás, haciendo que vea como vuela parte
de mi carne y me quede una flor roja con centro blanco bajo mi pómulo.
¿Es esto lo que sienten esos bichos?
¿Es por eso que sueltan esos sonidos de quejas todo el tiempo?
El policía me está por
disparar, está apuntando justo entre mis ojos, pero yo no puedo dejar de
caminar hacia él.
1 comentario:
Ese dibujoooo!!
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